Hacía sol, aunque alguna nube agazapada hacía sombra en la carretera. El olor del verde entraba por mis fosas nasales embriagándome con el recuerdo de la infancia. Al principio estaba tensa. Las curvas me balanceaban y tenia miedo de inclinarme demasiado o tal vez de hacerlo hacia donde no tocaba. Pero creo que lo hice bien. Lo peor, fueron los viaductos de la autovía. Las corrientes de aire inclinaban nuestros cuerpos. Pero la sensación de libertad era maravillosa. A los pocos minutos me dejé llevar y mi cuerpo estaba completamente relajado. Fue una experiencia única, quizás comparable a navegar sentada en la proa de un velero. Aquellos días de verano por el Mediterráneo jugando con las corrientes de agua y aire . Recordé los días en los que deslizándome por la falda nevada me daba el viento de cara... La velocidad paraba mis pensamientos. Sentí paz.
Una tarde de otoño en Asturias,una tarde en familia, una tarde en los caminos que fueron marginados por la contaminación de una Asturias industrial. Hoy ya no huele a azufre.
2 comentarios:
Esa experiencia de estar inseguro la pasamos todos la primera vez que subimos en moto, pero se supera rapido con la sensación de libertad que se siente cuando consumes km sobre ella...
Yo soy viejo y sigo teniendo esa sensación al recibir el viento sobre mi cara, por eso mantengo que el motero nace..no se hace..tú eres motera Natalia..me lo has demostrado ayer.
Hola
Ya veo que has aprovechado bien, me alegro además has tenido buen tiempo.
El ratón es del libro "Tendre Noël" (navidad)
Besos y buen regreso.
Pom
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